sábado, 23 de enero de 2010

90 PRIMAVERAS.



Ternura, firmeza de convicciones y voluntad. En febrero de este año, el poeta leonés Marcos Ana cumplió 90 años, "sus primeros 90 años" como dijo en el salón de columnas del Círculo de Bellas Artes, donde sus amigos quisieron mostrarle su cariño y fraternidad.
Su rostro está en consonancia con sus nueve décadas de existencia - aunque no lo parezca en la fotografía-, no así la fuerza de sus expresiones que a duras penas contiene. Su porte es vigoroso y sus ademanes enérgicos y llenos de vida. Cuando le escuchas hablar percibes que su cuerpo está en sintonía con su alma, que no engaña, como sus palabras. Es un hombre que desprende seguridad en sí mismo y en sus convicciones. Durante los veintitrés años que pasó en diferentes "hoteles" franquistas tuvo tiempo suficiente para entrar en contacto consigo mismo y conocerse con sinceridad. Lejos están esos años de solitario frío y de geométrica incomunicación. Rehuye del encubramiento y el martirilogio y se considera al fin y al cabo un privilegiado. Vivió una vida dura, repleta de derrotas, pero no es un derrotado. Cerca del final, no reniega, no duda. Sus creencias son las mismas, quizá, en esta última etapa de su vida, sean aún más fuertes.