miércoles, 14 de octubre de 2009





ELEGÍA


(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto

como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería)



Yo quiero ser llorando el hortelano

de la tierra que ocupas y estercolas,

compañero del alma, tan temprano.


Alimentando lluvias, caracolas

y órganos mi dolor sin instrumento,

a las desalentadas amapolas


daré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado,

que por doler me duele hasta el aliento.


Un manotazo duro, un golpe helado,

un hachazo invisible y homicida,

un empujón brutal te ha derribado.


No hay extensión más grande que mi herida,

lloro mi desventura y sus conjuntos

y siento más tu muerte que mi vida.


Ando sobre rastrojos de difuntos,

y sin calor de nadie y sin consuelo

voy de mi corazón a mis asuntos.


Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por el suelo.


No perdono a la muerte enamorada,

no perdono a la vida desatenta,

no perdono a la tierra ni a la nada.


En mis manos levanto una tormenta

de piedras, rayos y hachas estridentes

sedienta de catástrofes y hambrienta.


Quiero escarbar la tierra con los dientes,

quiero apartar la tierra parte a parte

a dentelladas secas y calientes.


Quiero minar la tierra hasta encontrarte

y besarte la noble calavera

y desamordazarte y regresarte.


Volverás a mi huerto y a mi higuera:

por los altos andamios de las flores

pajareará tu alma colmenera


de angelicales ceras y labores.

Volverás al arrullo de las rejas

de los enamorados labradores.


Alegrarás la sombra de mis cejas,

y tu sangre se irán a cada lado

disputando tu novia y las abejas.


Tu corazón, ya terciopelo ajado,

llama a un campo de almendras espumosas

mi avariciosa voz de enamorado.


A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero,

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero.


( 10 de enero de 1936)

Miguel Hernández, El rayo que no cesa, 1936.



Hace unos días, en una conversación telefónica con un buen amigo, esté, en un momento dado comentó que atribuía valor a las cosas que poseía cuando éstas eran disfrutadas por la gente que estimaba. Mi experiencia con él me hace reconocer como muy ciertas sus palabras, y como sé que de vez en cuando se pasa por está página, me gustaría aprovechar para recordarle la deuda que tiene contraída conmigo por haberle echo yo apreciar tantas cosas suyas que me ha dado la oportunidad de disfrutar. Dejando la broma aparte, gracias.


A mí, confieso que mucho menos generoso que mi amigo, siempre me ha gustado compartir aquellas cosas que, por algún motivo, me conmueven, me hacen vibrar, me suben, aunque sea momentáneamente, al asfalto de lo que considero una buena vida. Por este motivo he copiado aquí este hermosísimo poema, escrito con el dolor reciente por la pérdida de un íntimo amigo.

Una auténtica maravilla.

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